Para un guitarrista no debe haber nada mejor que otro guitarrista. Algo así parece haber sido lo que sintió el eterno violero de Pink Floyd, David Gilmour.
En una entrevista con el colega Rick Beato (de Ultimate Guitar), el músico recuerda la noche del 21 de diciembre de 1966, cuando ingresó al Blaises Club para ver un show: “Cuando vivía en Londres y estaba completamente arruinado —y esto fue mucho antes de unirme a Pink Floyd—, había un club en South Kensington llamado Blaises. Si eras socio de ese club —y ser socio costaba cinco libras o algo así—, podías entrar gratis de lunes a jueves, o de martes a jueves. Así que iba ahí bastante a menudo, porque era gratis”.
“Una noche fui y estaba abarrotado de gente. Todos Los Beatles y todos los Stones estaban ahí tembién. Pensé: 'Esto es un poco inusual'. Y enseguida entró un chico con un estuche de guitarra, subió al escenario, abrió el estuche y colocó su guitarra al revés. La enchufó a un amplificador y empezó a tocar, y todo el mundo se quedó con la boca abierta. Fue absolutamente extraordinario”.
“Al día siguiente salí a buscar discos de ese tal Jimi Hendrix. Y ahí estaba James Hendricks, del trío vocalista estadounidense Lambert, Hendricks, Lambert y Ross. Pero él no existía”.
“Hey Joe”, el primer single de Hendrix, había sido lanzado sólo cinco días antes del concierto que vivió Gilmour.