por Alfredo Rosso.

Las primeras canciones de amor que me flecharon

     Las canciones de amor han sido el centro de la música popular desde tiempos remotos, pero puede decirse que en el siglo XX alcanzaron un nivel de excelencia en las décadas que van de los años ’30 a los ’50, con autores y compositores clásicos como George Gershwin, Cole Porter, Irvin Berlin y muchos más. Pero quienes crecimos en la era del rock tenemos también un tesoro invalorable de canciones de amor para evocar. De hecho, una de las canciones iniciáticas del rock (o el “Beat”) nacional la compuso Litto Nebbia para Los Gatos Salvajes y se llamó “La respuesta”, y –como su título deja entrever- era una súplica de un enamorado por recibir el eco de su pasión de parte de la receptora de sus desvelos. En años sucesivos, a medida que el rock nacional se afirmó en el firmamento de nuestra música, surgieron nuevos clásicos. El debut de Arco Iris, la banda con la cual Gustavo Santaolalla hizo su irrupción en la escena, fue a través del simple que traía la canción “Lo veo en tus ojos” en la que el protagonista se regocija en saber que su tan esperada amada corresponde a sus sentimientos.

     Pocos meses más tarde, en enero de 1970 conocíamos una canción de amor cuyo vuelo poético la convertiría en un clásico instantáneo de nuestro rock: “Muchacha (ojos de papel)” de Almendra, que supo ensoñarnos con sus estrofas acerca de esa chica idealizada de pechos de miel y corazón de tiza, a la que el poeta rogaba que se quedase hasta el alba para poder robarle un color en medio de su sueño… Recordemos que “Muchacha” tuvo su secuela, en el tema “Para ir”, del segundo álbum de Almendra –el doble- donde el protagonista de Luis Alberto Spinetta le pedía a la misma chica que se sentase a ver día, para darse juntos el gusto de ver el temprano rayo de sol iluminando la avenida. Estas canciones de Los Gatos Salvajes, Arco Iris y Almendra hablaban de amores consolidados o con buenas perspectivas, pero nuestros primeros rockeros también acuñaron temas donde el amor era más bien un anhelo o una esperanza, como el caso de “Necesito un amor”, el lado B del hit de Manal “No pibe”, de 1969, donde Javier Martínez hablaba del amor como una panacea en medio de la inmensa ciudad, donde un hombre cualquiera se siente un solitario en la multitud. Esa misma necesidad de amar estaba a flor de piel en el tema de Vox Dei “Canción para una mujer”, que formó parte del álbum debut de la banda quilmeña, “Caliente”, aparecido a mediados de 1970 en el sello Mandioca, al igual que aquel simple de Manal.

     Ya sea por pudor o por temor a la censura de los guardianes de la moral cuasi Victoriana de los días del Onganiato, nuestros juglares rockeros recién se atrevieron a hablar de relaciones amorosas consumadas un poco más tarde –de manera cariñosa y poética- en temas como “Con ropa de varón” y “Catalina Bahía”, de Pedro y Pablo y “Quizás, porque”, escrito por Charly García para Sui Generis.

     A todo esto, mis estudios de idioma inglés iban progresando y pronto pude descifrar qué decían las letras de canciones de mis referentes musicales de Inglaterra y Estados Unidos. Si bien Los Beatles habían compuesto canciones de amor desde el principio de la asociación autoral entre John Lennon y Paul McCartney, el famoso binomio liverpuliense alcanzó un alto grado de madurez en el tratamiento de los temas sentimentales en álbumes como Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y el llamado Doble Blanco (título real: The Beatles), en temas como “Getting better”, donde el protagonista se arrepiente del mal trato dispensado a su mujer y hace un (¿sincero?) propósito de enmienda, y en el desesperado grito de amor y angustia de Lennon en “Yer blues” y “I’m so tired”.

     Hablando de amores que superan cortocircuitos y desavenencias, los propios Rolling Stones, otrora conocidos por su misoginia machista, elaboraban en “Sticky Fingers” una oda a la comprensión amorosa que se sobrepone a los obstáculos en la exquisita balada “Wild horses”, mientras que algunos meses antes, Ray Davies le brindaba a The Kinks una viñeta acerca de un flechazo repentino e irresistible en una pista de baile, de parte de un muchacho hacia una chica llamada “Lola”, que en realidad tenía voz áspera y barbilla de un día…

     Los ’70 fueron la década en que las muchachas empezaron a tallar fuerte en el rock ecuménico y me impactó fuertemente “Voy a dejar esta casa, papá” de Gabriela, donde la protagonista tomaba la muy osada decisión de dejar el hogar paterno en pos de un amor. A todo esto, Joni Mitchell nos hablaba de un romance que supera los encontronazos y trata de sacar afuera lo mejor de ambos integrantes, en “All I want”, tema inicial de su gran álbum Blue, de 1971.

     Con el paso de las décadas, el rock se diversificó, para encarar cuestiones sociales, políticas, ambientalistas y demás. Esa curva de sofisticación temática de sus letras y de evolución compositiva e instrumental de su música lo llevó a abrazar diversos géneros y estilos. Pero una buena canción de amor siempre me ha resultado irresistible. Hoy podría elaborar toda una nueva lista, que incluiría, por ejemplo, “Música de besos”, de Lucila Pivettta, “Aloha”, de Francisca y los Exploradores, “Into my arms” de Nick Cave y esa oda al amor evocado en ausencia que es “Right in time” de Lucinda Williams, más todas las veneradas flechas de Cupido que se volcaron en partituras a lo largo de estas siete décadas de rock… y contando.

     Pero estas breves líneas solo han querido dejar testimonio de algunos temas que en su momento me impactaron y hoy conservan inalterable su atracción para mí. Estoy plenamente seguro que quienes lean estos párrafos tendrán a mano una lista propia de canciones que les dejaron su marca y que siguen asociadas a momentos muy emotivos de sus vidas. Y esto es parte del generoso, inacabable atractivo de esta música que nos sigue despertando una pasión única.

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