Por Sofía Llamedo.
Casi ocho años después, el gran banquete de La Renga volvió a copar Parque Patricios. El Estadio Tomás Adolfo Ducó fue una vez más territorio sagrado para quienes se movilizaron desde todos los rincones del país. Una vuelta que debió haberse dado mucho antes, pero las trabas burocráticas lo impidieron.
El sol acompañó durante la tarde, regalando un respiro a quienes venían de lejos. En las inmediaciones, los infaltables puestos de parrilla humeaban y los trapos colgados como banderas marcaban el origen de cada grupo. La cita era a las 19, aunque todos sabían que la espera sería larga. Algunos entraron temprano para refugiarse del frío. Otros eligieron aguantar afuera, compartiendo birra, chori y ansiedad.
Pero no todo fue calma. Afuera se vivió un momento de tensión cuando grupos de personas intentaron ingresar sin entradas. Volaron objetos, y las fuerzas de seguridad respondieron con camiones hidrantes para dispersar.
A las 21 clavadas, se apagaron las luces. Todavía quedaban algunos por ingresar, pero adentro el recital ya había comenzado. “Buena ruta hermano” fue la canción de bienvenida. “¡Buenas noches, Capital!”, gritó Chizzo para seguir con “Buena Pipa” y “A tu lado”, mientras las banderas se desplegaban al ritmo de una ceremonia que siempre parece orquestada por la mística.
“Después de tanto tiempo, volvimos a la capital. Muy agradecidos a todos los que nos hicieron el aguante para poder hacer esta vuelta. Y gracias a las autoridades porque nos pudimos sentar a tener una linda charla”, dijo Gustavo Nápoli entre tema y tema. La puesta en escena contaba con una pantalla enorme detras de los músicos y como marco del escenario un mapping donde se reflejaban las proyecciones que vestían el show.
Para el deleite de los presentes, metieron una seguidilla de clásicos de la vieja guardia que hicieron vibrar Parque Patricios: “Tripa y Corazón”, “A la carga mi rocanrol”, “El twist del pibe” y “Motoralmaisangre”. La euforia creció aún más con el grito de “Cuando pase la tormenta, nada nos detendrá”, de “Corazón fugitivo”.
También hubo lugar para canciones más recientes, como “Ese lugar de ninguna parte”, de la banda sonora de La Renga: Totalmente Poseídos, su película sobre el regreso post-pandemia. Más tarde, en la misma línea, sonó “La banquina de algún lado”.
“San Miguel” fue dedicada a Miguel “Keko” Ramírez, fallecido por una bengala en uno de sus shows. Las pieles se erizaron. Nadie olvidó. En la misma linea de lealtad, La Renga nunca fue apolítica, y el setlist lo reafirmó: “El circo romano”, “Dementes en el espacio”, “La furia de la bestia rock”, “Poder”. En varios sectores del estadio se escuchó el habitual: “El que no salta votó a Milei”. Rock, cuerpo y política. Todo junto.
Chizzo bajó línea entre canciones: “Hoy hay mucha crueldad. Está de moda insultar por redes. Nos tratamos para el orto. Hasta colegas que te insultan. Las cosas hay que decirlas en la cara. Hay que dejar de alimentar a ese monstruo que crece”. Así presentó “El monstruo que crece”. No hizo falta más explicación.
Los lentos llegaron como siempre con “El cielo del desengaño” y “Voy a bailar a la nave del olvido”. Pero la temperatura volvió a subir con “En el baldío”. Huracán volvió a ser su segundo hogar, el mismo donde grabaron sus discos en vivo En el ojo del huracán e Insoportablemente vivo.
Los acordes de “El viento que todo empuja” marcaron otro pico. Luego sonó “La razón que te demora”, y tras un breve descanso, llegó la despedida a lo grande: “El rebelde”, “Oscuro diamante” y “El final es en donde partí”. A lo largo de las 3 horas de show acompañaron a La Renga una sección de vientos y al armonicista Manu Varela.
“Nos vamos en paz y tranquilidad, recordando eso que hablamos de los insultos… y eso que no cuesta una mierda hablar bien, guachos de mi*rda”, bromeó Chizzo. Y para cerrar el primero de los tres recitales que darán en Huracán (aún quedan el martes 1 y el sábado 5 de julio), dijo: “Nos vamos como siempre, en paz y hablando de la libertad”. El Estadio repleto ovacionó a los tres con la misma euforia que en los primeros acordes.
Chizzo, Tete y Tanque siguen siendo lo mismo: tres amigos, o mejor dicho, una familia, que tocan con el corazón en la mano y hacen de cada show un rezo eléctrico. En tiempos de bronca, La Renga volvió para recordarnos que el rock también puede ser refugio, grito y consuelo.
ph: @tutedelacroix
cobertura audiovisual: Mateo Araujo / Abel Mateu